jueves, diciembre 24, 2009

La realidad irreal.

Y toooodas las horas caían lentamente sobre sus hombros y cada minuto, cada segundo, menguaba un poco mas de tamaño.
Y sus ojos se cristalizaban en una mezcla de color magenta y transparente. Lloraba sin llorar, vivía sin vivir.
La noche aplastaba un poco mas su conciencia mientras el perdía toda noción del tiempo y el espacio y se refugiaba en una umbría inexistente.
Todo estaba callado, la nada estaba en calma. El mar no rugía o el lo ignoraba. Y el tic tac del reloj continuaba su curso.
TIC TAC TIC TAC
Y el péndulo solo se movía hacia la izquierda y hacia la derecha y sonaba cada 15 minutos.
¿Pero cuanto son quince minutos? Una vida entera. Una vida eterna.
Lo que tarda en perderse una mirada en el infinito.
Lo que tarda en perderse un sentimiento profundo, una palabra en el viento, un recuerdo en la nada.

Pero luchaba por existir en la realidad, no por ser uno mas, si no por ser el mejor.
Con los ojos acartonados como cristales húmedos de rocío de la mañana, tan frescos, tan puros, tan cansados.

Sus manos se movían al ritmo del viento, tan suave que nadie notaba su movimiento. Las caricias en las espaldas ajenas que su mano producían, debastaban la piel de los mas insensibles y crecían, tras el paso de las yemas de sus dedos, miles de pelos finos y débiles.
Y creaban gemidos que se ahogaban en las paredes. Y bocanadas de vida que se condensaban en el ambiente. Y el elixir de la pasión a mil revoluciones por minuto, como los latidos del corazón mas solido del mundo.
Sus manos eran mágicas, eran especiales, eran azules, moradas y verdes. Eran fuertes y firmes. Pero eran suaves y amorosas. Sobre todo amorosas y tiernas.
Tan tiernas que daban ganas de comértelas.

Pero no tenia un centímetro de piel que enternecer. Solo muchas horas por delante para hacer desdichada su alma.
Y sus ojos se acartonaban, pero sus ganas seguían presentes.

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